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1888-89 LA DEPRESIÓN ECONÓMICA EN EUROPA
Estamos en un periodo en el cual la depresión se encuentra en toda Europa. En Bélgica es casi imposible encontrar trabajo ni en la agricultura, ni en la industria. Se crea una ola muy grande de emigración, sobre todo a Canadá y Argentina. Más de 5800 flamencos embarcan en el mes de diciembre de 1889 para el Nuevo Mundo.
“Argentina ha montado una enorme compaña de enganche de manera que existe una verdadera fiebre argentina. Hábiles agentes van de un lugar a otro a la búsqueda de candidatos emigrantes. Dan premios de 15 hasta 25 francos para cada obrero que quiera emigrar y prometen pasaje gratuito a la “tierra prometida”, donde los obreros belgas tendrían gran prestigio y podrían enriquecerse en poco tiempo. Canadá también está de moda. Las grandes zonas agrícolas en este último país activan la imaginación de muchos hijos de campesinos. Todas esas promesas raramente se realizan. Muchos ni siquiera encuentran trabajo en el país donde llegan, y los flamencos tienen grandes dificultades porque no hay quien entienda su idioma” (1)
Sin embargo, hay emprendimientos particulares que permiten emigraciones más organizadas. Se trata de negociadores belgas que viajan a Argentina y presentan proyectos de colonización en tierras fértiles, a medio camino de los centros civilizados y las líneas de fortines que custodian los territorios hasta hace pocos años pertenecientes a los indios. En estos proyectos se pide al Gobierno Nacional que otorgue a cada colonizador una parcela de varias hectáreas de tierra cultivable, además de su traslado a su llegada al puerto de Buenos Aires tierra adentro hasta el asentamiento. Este no fue el caso de nuestro antepasado.
PEREGRINOS DEL TRABAJO

A través de las actas de nacimiento de sus hijos podemos reconstruir el itinerario que siguió Eduard Charles en su emigración, primero por Europa y después a América.En 1879, recién casado, abandona el Flandes belga con su esposa y con Marie Louise, de 5 años, hija natural de Melanie, rumbo a Zeeland, provincia del sur de Holanda. Se detienen primeramente en Eede, pueblo natal de Melanie, donde nace Alfonsius, Luego en Ijzendijke, donde nace Alouisius. Durante cinco años deambulan por el sur de Holanda. ¿Qué trabajos encontraba? Su oficio, según consta en el acta de matrimonio, era “houtzager” traducible como carpintero aserrador de madera, pero en Holanda trabaja como “werkman” (obrero).

VISTA DE GENT
En 1884 retorna a Bélgica y se instala en Wondelgem junto a la fabril Gent, donde es probable que encontrara trabajo como “fabriekwerker” (operario de fábrica). Aquí nacen otros dos hijos varones que mueren a las pocas semanas, y otra hija mujer, Louise, en 1886.

Carteles como este aparecieron en las grandes capitales de Europa. En 1871 el gobierno argentino abrió su primera oficina de inmigración de Europa occidental en Amberes, y comenzó a reclutar en Bélgica, Holanda y el norte de Francia. Así, el gobierno subvencionaba las tarifas navieras al 100% para los adultos y 50% para los niños. En 1888, el gobierno del presidente Juárez Celman intensificó los esfuerzos de reclutamiento del norte de Europa para poblar la pampa, territorio ganado a los pueblos originarios luego de su expulsión por la “Campaña del desierto”. Su lema era “Gobernar es poblar”. Esta iniciativa provocó la primera gran inmigración extranjera en Argentina.
En el trabajo de investigación realizado por M. Korstanje “La inmigración holandesa en la Argentina 1880-1930” leemos: “No obstante, debemos hacer una breve pero no por eso menos importante aclaración: si bien Roca conquista y añade a la nación una importante cantidad de leguas como lo hemos señalado, el destino de las mismas ya estaba fijado de antemano. La campaña del Desierto había sido financiada por un número reducido de suscriptores. Finalizada la empresa, Roca sólo se limitará a repartir entre los auspiciantes la mayoría de las superficies conquistadas como había sido pautado. (Gaignard, 1989:266). En 1880 cuando comienzan a llegar los primeros inmigrantes, la tierra ya tenía dueño. En la provincia de Buenos Aires hacia 1888, el precio de la tierra se tornará excesivamente caro para el inmigrante recién llegado. Quien advierte este hecho, es el ingeniero Horacio Giberti cuando dice “el alto valor de las tierras bonaerenses impedía la compra por inmigrantes sin recursos. Según Lahitte en 1888 una hectárea valía 19.35 pesos oro en Buenos Aires y 4.94 en Santa Fe” (Giberti, 1986:158). Éstas eran las condiciones fundamentales, sobre las cuales comenzaban a llegar los primeros contingentes de inmigrantes provenientes de toda Europa.”

Mientras la pampa argentina se abría al cultivo del trigo, en la década de 1880 Flandes se convertía en tierra de expulsión demográfica para los trabajadores agrícolas castigados por la depresión económica. Líderes políticos y religiosos instan a los pobres a emigrar.A esta altura, con cuatro hijos, con la depresión europea de 1889 a las puertas, y la eficaz publicidad de los agentes de emigración buscando colonos para el nuevo mundo, los cantos de sirena lo convencen. ¿Qué habrá pasado por su cabeza? ¿Por qué eligió Argentina y no Canadá o Estados Unidos? ¿Tendrían algún conocido que los esperaba? No es probable, dado el bajo porcentaje de emigrados belgas en estas tierras. Y la poca información que recibirían sería sin duda idealizante.
Tal vez en otra época sus hijos María Luisa y Alfonso hubieran tenido la posibilidad de acceder a libros que les contaran historias sobre este nuevo mundo, como la que Borges escribiría cincuenta años después, “La historia del guerrero y la cautiva”, relato que el escritor oyó alguna vez de su abuela inglesa:
"...En 1872 mi abuelo Borges era jefe de las fronteras Norte y Oeste de Buenos Aires y sur de Santa Fe. La comandancia estaba en Junín; más allá, a cuatro o cinco leguas uno de otro, la cadena de los fortines; más allá lo que se denominaba entonces la Pampa y también Tierra Adentro.Alguna vez, entre maravillada y burlona, mi abuela comentó su destino de inglesa desterrada a ese fin del mundo; le dijeron que no era la única y le señalaron, meses después, una muchacha india que atravesaba lentamente la plaza. Vestía dos mantas coloradas e iba descalza; sus crenchas eran rubias.Un soldado le dijo que otra inglesa quería hablar con ella. La mujer asintió; entró en la comandancia sin temor, pero no sin recelo. En la cobriza cara, pintarrajeada de colores feroces, los ojos eran de ese azul desganado que los ingleses llaman gris. El cuerpo era ligero, como de cierva; las manos, fuertes y huesudas. Venía del Desierto, de Tierra Adentro, y todo parecía quedarle chico: las puertas, las paredes, los muebles.

"Quizá las dos mujeres por un instante se sintieron hermanas, estaban lejos de su isla querida y en un increíble país. Mi abuela enunció algunas preguntas, la otra le respondió con dificultad, buscando las palabras y repitiéndolas, como asombrada de un antiguo sabor. Haría quince años que no hablaba el idioma natal y no le era fácil recuperarlo. Dijo que era de Yorkshire, que sus padres emigraron a Buenos Aires, que los había perdido en un malón, que la habían llevado los indios y que ahora era mujer de un capitanejo, a quien ya había dado dos hijos y que era muy valiente. Eso lo fue diciendo en un inglés rústico, entreverado de araucano o de pampa, y detrás del relato vislumbraba una vida feral: los toldos de cuero de caballo, las hogueras de estiércol, los festines de carne chamuscada o de vísceras crudas, las sigilosas marchas al alba; el asalto a los corrales, el alarido y el saqueo, la guerra, el caudaloso arreo de las haciendas por jinetes desnudos, la poligamia, la hediondez y la magia. A esa barbarie se había rebajado una inglesa. Movida por la lástima y el escándalo, mi abuela la exhortó a no volver. Juró ampararla, juró rescatar a sus hijos. La otra le contestó que era feliz y volvió, esa noche, al desierto. Francisco Borges moriría poco después en la revolución del 74; quizá mi abuela, entonces, pudo percibir en la otra mujer, también arrebatada y transformada por este continente implacable, un espejo monstruoso de su destino…”
Pero, volviendo a Flandes, para este padre de familia dispuesto a abandonar la tierra de sus antepasados, estos relatos de corte novelesco no tenían cabida en su imaginación. Y así, como consta en el registro del municipio de Wondelgem, donde habitaba, el 14.10.1888 parte con su familia hacia el puerto de Amberes, y desde allí a Argentina.

Desde el puerto de Amberes hasta Buenos Aires se tardaba unas cinco semanas. La emigración masiva fue un negocio muy lucrativo para las compañías de navegación. Así lo describe el sito web del Museo de la Inmigración argentino:
“Los armadores lograron obtener bajos costos de transporte reduciendo la tripulación, sirviendo comida de escasa calidad, ofreciendo a los emigrantes espacios reducidos y precarias condiciones de higiene a bordo, acechados por enfermedades. Para las compañías, el objetivo era el de embarcar el mayor número de pasajeros, sin respetar las disposiciones legales. El viaje se transformaba para los emigrantes en una pesadilla de gentío, de malos olores, de exceso de frío o de calor, según las estaciones, y de situaciones de promiscuidad que desembocarían en altercados. Los buques que desembarcaban emigrantes en el puerto de Buenos Aires, aparte de la tercera clase, disponían también de una confortable segunda -los inmigrantes eran definidos por la ley argentina como aquellos que llegaban en segunda o tercera clase- y una lujosa primera clase. En la tercera viajan la mayoría de los emigrantes; la segunda en cambio tiene características menos definidas, emigrantes que han hecho fortuna y se pueden permitir un viaje más cómodo, pequeños comerciantes, y el clero. En la primera están los ricos argentinos de regreso, y luego franceses, españoles, brasileños. A éstos deben agregarse los médicos de a bordo, los oficiales, los sacerdotes. Siguen el mismo itinerario pero constituyen trayectorias paralelas, divididas entre sí por un abismo social. Durante el viaje, los pasajeros de primera y de segunda son preservados rigurosamente de las incursiones de los de tercera, mientras que a ellos les está permitido, y con poco riesgo, irrumpir en el otro territorio”.

Las diferencias sociales se hacen evidentes desde el momento del embarque en los buques. Edmundo De Amicis ha dejado un dramático testimonio de ello en su libro Sull'Oceano. Dice De Amicis: "El contraste entre la elegancia de los pasajeros de primera clase, los guardapolvos, las sombrereras, junto a un perrito, que atravesaban la multitud de miserables: rostros y ropas de todas partes de Italia, robustos trabajadores de ojos tristes, viejos andrajosos y sucios, mujeres embarazadas, muchachas alegres, muchachones achispados, villanos en mangas de camisa.(...) Como la mayor parte habían pasado una o dos noches al aire libre, amontonados como perros en las calles de Génova, no podían tenerse en pie, postrados por el sueño y el cansancio. Obreros, campesinos, mujeres con niños de pecho, chicuelos que tenían todavía sobre el pecho, la chapa de metal del asilo donde habían transcurrido su infancia, (...) sacos y valijas de todas clases en la mano o sobre la cabeza; Fardos de mantas y colchones a la espalda y apretado entre los labios el billete con el número de su litera (...) Dos horas hacía que comenzara el embarque, y el inmenso buque siempre inmóvil (...) Pasaban los emigrantes delante de una mesilla, junto a la cual permanecía sentado el sobrecargo, que reuniéndolos en grupos de seis, llamados ranchos, apuntaba sus nombres en una hoja impresa (...) para que con ella en la mano, a las horas señaladas, fuera a buscar la comida a la cocina.”

¿Cómo soportaron esa travesía? Seguramente alentados por las promesas de los agentes de inmigración. Imagino a los hermanos Alfonsius y Alouisius, con 8 y 6 años, descubriendo cada día nuevos rincones del barco.
Y por fin, después de más de un mes de navegación, llegaron al puerto de Santa María de Buenos Aires, los últimos días del año 1888.

¿Qué habrán sentido al llegar al puerto de Buenos Aires? Seguramente se habrán extrañado con las aguas color lodo del Río de la Plata, con la precariedad del puerto que obligaba a fondear el barco lejos del muelle y finalizar el transporte en frágiles embarcaciones hasta tierra, junto con sus baúles, camas y demás enseres. Y sin olvidar el trámite que les esperaba en la Aduana.



¿Cómo habrán reaccionado ante la injerencia de modificar sus nombres y apellidos? Es cierto que esto ya lo habían sufrido en su primera emigración, la de Bélgica a Holanda, donde su apellido pasó de Van Moorleghem a Van Moortelgem. Para el funcionario de inmigración era una tarea rutinaria, ante los miles de europeos que desfilaban ante su mesa. Se trataba de simplificar la escritura del apellido ajustándola a la fonética, y así fueron inscriptos como Van Morlegan. ¿Y qué pasó con los nombres? Con Eduard y Alfonsius fue sencillo, se mantuvieron como Eduardo y Alfonso. Y supongo que al pequeño Alouisius no le importó mucho pasar a ser Luis. ¿Pero y a Melanie?¿le asignaron arbitrariamente el nombre de Emiliana, o le dieron a elegir entre una lista de nombres que sonaban parecidos? ¿Habrá protestado o lo habrá aceptado con resignación como un tributo necesario para acceder a la tierra prometida?Es muy probable que los primeros días fueran alojados en la llamada Rotonda de Retiro, popularizado como “el asilo de los inmigrantes”.




Desde alrededor de 1890, y durante dos décadas, mientras se resolvía el tema de la construcción del Hotel de Inmigrantes, la antigua sala “Panorama de Retiro”, un edificio de forma octogonal, recubierto de madera, de aspecto tétrico, sirvió provisoriamente como asilo de inmigrantes.
J. Rusiñol, un pintor catalán que visitó Buenos Aires en esa época decía del edificio: “Visto de afuera, no se sabe lo que es, pero da frío. Redondo como un circo de tablones, de color de barco abandonado, teniendo por fondo las grúas de los muelles... lo mismo parece una inmensa boya que un cinematógrafo arruinado. Adentro del edificio hay un patio cuadrado y otro más chico, uno rodeado de los comedores y otro de los dormitorios. Hemos visto muchos patios de miseria, pero como aquel, tan frío, tan simétrico... no hemos visto otro. Aquí, en este edificio, descargan los barcos todo lo que Europa no puede mantener, lo que arrojan las inundaciones, lo que se salva de los terremotos, lo que abandonan los mares, lo que escupen los gobiernos y lo que huye de las revoluciones, todo lo que cae buscando las aguas del trabajo para salvarse de la miseria”.
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El gobierno les daba aquí alojamiento y comida durante 5 días, que subía a 10 días si firmaban contrato para ir a una colonia agrícola. Imagino a las mujeres sin salir del asilo, custodiando a sus hijos, mientras los hombres se encargaban de los trámites de búsqueda de trabajo. El puerto estaba muy cerca del centro de la ciudad, y, sin duda todo resultaría curioso para estos peregrinos, en su afán de ir descubriendo el nuevo mundo.


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La Oficina de Trabajo del gobierno ponía en contacto a los inmigrantes con los grandes ganaderos y terratenientes que ofrecían contratos de trabajo, muchas veces con condiciones en letra pequeña, que, con la dificultad añadida del desconocimiento del idioma español, los dejaban completamente indefensos en manos de los especuladores. La Oficina de Trabajo les otorgaba billetes de tren gratuitos, y el propietario de las tierras le otorgaba alimentos, y facilidades de crédito para cubrir sus necesidades.
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Muchos trabajarían en las tierras vírgenes del interior, de sol a sol, en condiciones insalubres, alojados en precarias chozas de barro, hasta que pudieran construir sus propias casas. La alimentación a base de carne y maíz, algo que no formaba parte de su dieta normal, daría lugar a enfermedades intestinales, especialmente entre los niños.
Una gran parte de los nuevos agricultores firmarían contratos de cultivo: ellos pondrían el trabajo y el propietario de las tierras proveería de herramientas, semillas y bueyes, a cambio de quedarse con el 50 % de la cosecha. Y unos pocos afortunados tendrían los medios suficientes para comprar las tierras vírgenes.
¿Ycomo fue que partieron en dirección al pueblo de Dolores? ¿Lo eligieron o se lo impusieron? ¿Y en qué condiciones? ¿Como jornaleros contratados? ¿Como colonos explotando una parcela alquilada? Seguramente la tierra prometida no iba a ser gratuita, y mucho menos, el paraíso que habían soñado...
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VOLVER A EMPEZAR
Tenemos muy pocos datos documentados de sus comienzos en la pampa al sur del Río Salado, en tierras que se ubican entre Castelli y Dolores. Pero hay uno fundamental y constatado por los hechos posteriores. Y es que a diferencia de otros inmigrantes que buscaron formar colectividades con sus con-nacionales, los Van Morlegan fueron educados en el vestir, en las maneras y en el lenguaje asimilando la forma y la idiosincrasia gaucha.

Este “agauchamiento” se sellará más tarde, de manera indeleble, en los matrimonios que sus hijos Alfonso y Luis formalizarán con Cesaria y Siria, dos criollas descendientes de mestizaje pampa. Y confirmando el carácter de crisol de razas que les tocó vivir, dos de sus hijas, María Luisa y Felisa contraerán matrimonio con un inmigrante italiano y con uno español o hijo de españoles.
Pero volvamos a su llegada a las tierras de Castelli – Dolores. Al sur del río Salado las grandes estancias de las familias Rosas, Anchorena y Martínez de Hoz eran (y siguen siendo) los propietarios de las tierras arrebatadas hacía muy poco a los pampas. Estas tierras estaban habitadas originariamente por tribus de la etnia Het (más conocidos como indios pampas), estos eran nómades y generalmente pacíficos. Desde mediados del s. XVII, su hábitat y cultura se vieron alterados por la invasión de los mapuches o araucanos procedentes del oeste.
Este proceso de araucanización resultó muy conflictivo para la población hispano- criolla de Buenos Aires, por eso a mediados del s. XVIII se hizo necesario ampliar un frente defensivo más allá del río Samborombón, avanzando en 1779 con una línea de fortínes, que progresaba en un límite impreciso de acuerdo a victorias y derrotas. La frontera estaba en el río Salado y más allá de este no se había instalado ningún asentamiento hispano, salvo una misión jesuítica en el actual partido de Castelli, abandonada en 1753.
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Hacia fines del 1700 se inicia la ocupación de los territorios al sur del río Salado, con el establecimiento de estancias dedicadas a la actividad ganadera. Este proceso fue pacifico ya que los colonos tenían buena relación con los indígenas.
Luego de declarada la Independencia en 1816, el gobierno dispone el asentamiento de destacamentos de frontera o fortines, y a continuación de nuevas poblaciones destinadas a reforzar la seguridad en áreas rurales de frontera, afectadas por el accionar de "grupos marginales", eufemismo que esconde a los antiguos y originarios pobladores de estas tierras. Los fortines eran guarniciones militares donde se enviaban a los prisioneros, civiles y militares, gauchos, indios, y demás "disidentes".
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El 21 de agosto de 1817 acuerdan la fundación del nuevo pueblo de Dolores en unas lomas ubicadas cerca de la estancia Dos Talas, estancia que vemos remozada en la foto de abajo; allí llegaron los primeros eucaliptos introducidos de Australia por Domingo F. Sarmiento.

Las construcciones del pueblo, en cambio eran de barro y paja, conocidos como "ranchos"; y se pobló con vecinos de la zona y con el traslado de la población que vivía en la guarnición militar de la laguna Las Bruscas

Desde Dolores se continuó la población hacia el sur y el este, internándose más en la pampa. La forma predominante de poblamiento fue la de las estancias, establecimientos dedicados a la cría extensivade ganado vacuno. En estas inmensas extensiones de terrenos originalmente pastaba ganado vacuno cimarrón y caballos salvajes, fruto de aquellos primeros especimenes traídos por los españoles durante la fundación de Buenos Aires, y que durante más de 200 años habían vagado libremente por las llanuras, hasta que llegó el estanciero con su alambradas y le puso tranqueras a la pampa.

En 1821, una torpe represión dirigida por el gobernador Martín Rodríguez malogró las relaciones pacíficas de los indígenas con los pobladores. Como resultado, el 30 de abril de ese año, un malón al mando del gaucho José Luis Molina, devastó el pequeño asentamiento de Dolores, y el pueblo quedó desierto.
Debajo, el cuadro "El malón" de M. Rugendas

De 1827 a 1831, Dolores fue repoblado, y en esos años se crea el Partido como división administrativa. Sus límites eran imprecisos, e incluían territorios muy extensos, desde el río Salado hasta regiones cercanas a las sierras de Tandil

En 1874 llega el ferrocarril luego de extenderse las vías desde Chascomús hasta Dolores, inaugurando la estacion Taillade que en 1896 adopta el nombre de Castelli. En 1888 los vecinos de Castelli formaron Centros Agrícolas, para la explotación de chacras.
Esta era la zona que les tocó en suerte a mis bisabuelos para intentar la proeza de poblar, producir y sacar adelante su familia.

Don Eduardo Van Moorleghem había trabajado en Flandes como carpintero aserrador de madera y como operario de industria, es decir, no era agricultor. Suponemos que en medio de esa nada no habría mucho que elegir; habrá empezado como jornalero en alguna estancia, curtiéndose en las duras tareas del campo, como peón en los establos de caballos ó construyendo corrales y realizando las múltiples tareas de mantenimiento que estos establecimientos ganaderos requerían. Sabemos que con el tiempo explotó una pequeña chacra ayudado por su mujer y su hija María Luisa que en 1890 ya tenía 16 años. Sus hijos Alfonso y Luis, en torno a los diez años, aprenderían muy pronto a cazar y a pescar en las lagunas cercanas, pero sobre todo a montar a caballo, pues ser jinete era la seña de identidad indispensable de todo habitante de estas tierras.
Todo lo que se encuentran es nuevo: esa inmensa vastedad de la pampa, el rancho como vivienda, la lejanía entre uno y otro vecino, y además de la dureza del trabajo campesino, los momentos de diversión: guitarreadas, payadas de contrapunto, riñas de gallos, jineteadas, el juego del pato:

Y la comida: mate con tortas fritas, mazamorra y empanadas; y sobre todo, el asado:
Y los bailes como el malambo, que canta así Don Atahualpa Yupanqui:
negro chiripa de gaucho
Un par de estrellas cayeron
rodando sobre los pastos.
Y así con magia de pampa
de galopes desatados,
de arroyo, gramilla, trébol
y dura gracia de cardo,
mirando la cruz del sur
nació el malambo.
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EL GAUCHO es lo más destacado que estos europeos recién llegados se encontraron en la pampa. Un protagonista de la historia argentina del siglo XIX, Sarmiento, tan denostado como admirado, escribe en "Civilización y Barbarie":
"…Da compasión y vergüenza comparar la colonia alemana o escocesa de las afueras de Buenos Aires y la villa que se forma en el interior: en la primera, las casitas son pintadas; el frente de la casa siempre aseado adornado de flores; el amueblado, sencillo pero completo; la vajilla, de cobre o estaño, reluciente siempre; la cama, con cortinillas graciosas, y los habitantes, en un movimiento y acción continuos. Ordeñando vacas, fabricando mantequilla y quesos, han logrado algunas familias hacer fortunas colosales. La villa nacional es el reverso indigno de esta medalla: niños sucios y cubiertos de harapos, viven con una jauría de perros; hombres tendidos por el suelo, en la más completa inacción; el desaseo y la pobreza por todas partes, ranchos miserables por habitación, y un aspecto general de barbarie y de incuria los hacen notables".
"Esta miseria, que ya va desapareciendo, - continúa Sarmiento - y que es un accidente de nuestras campañas pastoras, motivó, sin duda, las palabras que el despecho, y la humillación de las armas inglesas, arrancaron a Walter Scott: "Las vastas llanuras de Buenos Aires – dice- no están pobladas sino por cristianos salvajes, conocidos bajo el nombre de guachos (por decir gauchos), cuyo principal amueblado consiste en cráneos de caballos, cuyo alimento es carne cruda y agua, y cuyo pasatiempo favorito es reventar caballos en carreras forzadas. Desgraciadamente – añade el buen gringo – prefirieron su independencia nacional a nuestros algodones y muselinas"
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Sarmiento alterna el desprecio y la admiración sobre el retrato psicológico del gaucho, la idiosincrasia de ese estilo de vida campesino, marcado por la soledad y las privaciones.
"En las llanuras argentinas…la sociedad ha desaparecido completamente; queda sólo la familia feudal, aislada, reconcentrada; y, no habiendo sociedad reunida, toda clase de gobierno se hace imposible: la municipalidad no existe, la policía no puede ejercerse y la justicia civil no tiene medios de alcanzar a los delincuentes…"

"Las mujeres guardan la casa, preparan la comida, trasquilan las ovejas, ordeñan las vacas, fabrican los quesos y tejen las groseras telas de que se visten: todas las ocupaciones domésticas, todas las industrias caseras las ejerce la mujer, y gracias si algunos hombres se dedican a cultivar un poco de maíz, para el alimento de la familia. Los niños ejercitan sus fuerzas y se adiestran en el manejo del lazo y de las boleadoras, con que persiguen sin descanso a las terneras y cabras; cuando son jinetes, y esto sucede luego de aprender a caminar, sirven a caballo en algunos quehaceres más tarde, y cuando ya son fuertes recorren los campos, cayendo y levantando, rodando a designio de las vizcacheras; cuando la pubertad asoma se consagran a domar potros salvajes, y la muerte es el castigo menor que les aguarda, si un momento les falta fuerzas o coraje."

"Es preciso… saber apreciar los caracteres indómitos y altivos que nacen de esta lucha del hombre aislado con la naturaleza salvaje, del racional con el bruto; es preciso ver estas caras cerradas de barba, estos semblantes graves y serios…para juzgar del compasivo desdén que les inspira la vista del hombre de las ciudades, que puede haber leído muchos libros, pero que no sabe aterrar un toro bravío y darle muerte, que no sabrá proveerse de caballo a campo abierto, a pie y sin el auxilio de nadie; que nunca ha parado un puma, y recibídolo con el puñal en una mano y el poncho envuelto en la otra, para meterle en la boca, mientras le traspasa el corazón y lo deja tendido a sus pies."
"La yerra, que es como la vendimia de los agricultores, es una fiesta cuya llegada se recibe con transportes de júbilo: allí es el punto de reunión de todos los hombres de veinte leguas a la redonda; allí, la ostentación de la increíble destreza en el lazo. El gaucho llega a la hierra a paso lento y mesurado de su mejor parejero, que detiene a distancia apartada; y, para gozar mejor del espectáculo, cruza la pierna sobre el pescuezo del caballo. Si el entusiasmo lo anima desciende lentamente del caballo, desarrolla su lazo y lo arroja sobre un toro que pasa, con la velocidad del rayo, a cuarenta pasos de distancia: lo ha cogido de una pezuña, que era lo que se proponía, y vuelve tranquilo a enrollar su cuerda."
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Me he extendido en esta semblanza sobre el gaucho porque es la seña de identidad que sin duda va a marcar la llegada de mi bisabuelo y de mi abuelo a estas tierras, rasgo que mi padre, criado también en el campo, supo ostentar con orgullo.

UN PARAISO QUE NUNCA FUE
Este es el título de un trabajo de Robert Swierenga que nos muestra que no todas las historias de inmigrantes pudieron culminar felizmente su intento de radicarse en la Argentina. Para cerrar este capítulo de la emigración de mis antepasados, un fragmento del artículo citado.
Este es el título de un trabajo de Robert Swierenga que nos muestra que no todas las historias de inmigrantes pudieron culminar felizmente su intento de radicarse en la Argentina. Para cerrar este capítulo de la emigración de mis antepasados, un fragmento del artículo citado.
"En junio de 1888 el mercado bursátil argentino se estrelló y esto desencadenó una depresión severa, agravada por la corrupción política endémica. El alquiler medio de las tierras cultivables aumentó un 70 por ciento en 1890. Los agricultores que acababan de llegar, abandonaron la tierra y huyeron a las ciudades, pero la hiperinflación, el desempleo, las huelgas hicieron que fuera muy duro encontrar trabajo. El gobierno argentino no ofrecía ninguna "red de seguridad" social.Muchas de las desesperadas familias de las colonias agrícolas, así como de la ciudad, llamaron masivamente a la puerta de los consulados en Buenos Aires para quejarse amargamente de los malos tratos y para pedir fondos para regresar a los países de origen. Los consulados sólo dieron asistencia a algunas familias, principalmente las viudas con hijos pequeños, y el resto quedó librado a la caridad. Asina critica las políticas del gobierno por la creación de una "inmigración artificial". En los periódicos europeos se aconseja a los posibles emigrantes a Argentina que deben guardar un mínimo de 80 dólares y formar asociaciones de pequeños agricultores para la compra de tierras en grupo. Lamentablemente, su consejo fue ignorado. En mayo de 1891 la administración de Celman suspendió su programa de tarifas subvencionadas y esto encuentra eco en la prensa europea que culpa al gobierno por no cumplir sus obligaciones con los colonos. En julio de 1891 los argentinos se lanzaron a las calles y los rebeldes trataron de derrocar al gobierno por la fuerza. Los soldados restauran el orden público después de dos días de bombardeo en la capital, pero el gobierno Celman cayó una semana más tarde. Siguió un largo período de inestabilidad política hasta el año del Centenario de 1910, cuando se derrumbó la antigua oligarquía y una nueva reforma del gobierno llegó al poder."
Este es el contexto histórico-social que se encontraron mis bisabuelos a su llegada y durante los primeros años de inmigración en la Argentina. No obstante, el tesón flamenco del belga Van Moorleghem y la holandesa Van den Dorpe les permitió echar raíces en los campos de Dolores, donde vieron nacer cuatro hijos más y envejecer rodeados de docenas de nietos.
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